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El beso

Una hipótesis es que el beso es una reminiscencia de la infancia, dado que nuestra primera experiencia de seguridad, placer y amor procede de la boca cuando nos amamantan. Incluso nuestros ancestros solían alimentar a su prole pasándole la comida masticada de boca a boca, como hacen los chimpancés.

Otra explicación tendría que ver con el sexo. Los primeros homínidos se sentían atraídos por las frutas rojas maduras y esa atracción se trasladó a la sexualidad. De ahí que el sexo y los labios sean más colorados. O que tenga tanto éxito el pintalabios rojo pasión. Besar unos labios, pues, sería como morder una fresa.

Lo que es innegable es que los labios son una de las zonas más erógenas de nuestro cuerpo. Un beso apasionado puede resultar tan intenso que reduce el estrés y desata la oxitocina, el neurotransmisor de la socialización y el amor. Y como dice Cristina Sáez:

Cuando besamos a alguien, en esa distancia corta, nuestro cuerpo lee y registra la información que emana del olor corporal del otro, una secuencia de más de 100 genes, que forman el complejo mayor de histocompatibilidad, o MHC, una especie de carta de presentación que informa sobre nuestro sistema inmunológico.

Por último, el intercambio de saliva en un beso apasionado tampoco es baladí. La saliva de los hombres contiene más testosterona, que funcionaría como un afrodisíaco para las mujeres, predisponiéndolas para un encuentro sexual.

Fuente: http://www.genciencia.com/genetica/por-que-hacemos-lo-que-hacemos-ii

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