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PERSONAJES FAMOSOS… Y OTROS QUE NO LO FUERON TANTO

Para celebrar la inauguración del nuevo templo, el rajá Nara Narayana, de Assam, India, sacrificó 140 hombres y les cortó la cabeza. Éstas fueron depositadas en bandejas de cobre, porque no había suficientes de oro, para ofrecérselas a la diosa madre Kali. El incidente ocurrió
en 1565. Pero aquí no acaba la cosa. Tal era la afición de estas gentes por las cabezas, que las muchachas no aceptaban casarse con ningún hombre que no hubiera logrado arrancarle la cabeza de cuajo a una joven de una aldea vecina.
Durante su juventud, el astrónomo danés Tycho Brahe se batió en duelo con un compañero de estudios, que le cortó la nariz casi por completo. Brahe llevó una postiza durante el resto de su vida, fabricada en plata y oro.
En 1726, el escritor irlandés Jonathan Swift describía en su famosa obra Los viajes de Gulliver, “dos estrellas menores o satélites, que giran alrededor de Marte”, incluso con sus proporciones y sus órbitas. Más de siglo y medio después, en 1877, las dos lunas de Marte, Fobos y Deimos, fueron descubiertas oficialmente por el astrónomo Asaph Hall.
La famosa frase atribuida a María Antonieta “que coman pasteles” es, con toda probabilidad,falsa. Se supone que la reina dijo esto cuando sus consejeros le informaron del hombre que pasaban sus súbditos, porque no tenían pan. Pero en realidad, la frase había circulado en Francia, como un chiste popular, durante muchos años antes de la Revolución Francesa.
Louise May Alcott, autora de Mujercitas, odiaba a los niños. Escribió su famosa obra sólo por dinero.
La última voluntad del filósofo inglés Jeremy Bentham fue que no le enterraran sino que plantaran su cadáver disecado, como un árbol, en el camino de entrada a una mansión rural. Este deseo no se cumplió. En vez de eso, su esqueleto se conserva en el University College de Londres, sentado y vestido con sus ropas.
La condesa húngara Erzsébet Bathory (1560-1614) asesinó a lo largo de su vida a 650 doncellas, tras lo cual les sacaba la sangre y se bañaba en ella. De este modo creía poder conservar su belleza y juventud para siempre. Ha pasado a la historia como La condesa sangrienta.
En la Roma de Julio César, Marco Licinio Craso era el hombre más rico de la ciudad, debido en gran parte al alquiler inmobiliario. Organizó el primer servicio contra incendios de Roma… y para que sus bomberos tuviesen asegurado el trabajo, creó la brigada de incendiarios.
George Eastman, fundador de la empresa Kodak, odiaba que le hicieran fotografías.
Sigmund Freud era un fumador empedernido, que consumía entre quince y veinte puros al día.
A los 67 años contrajo un cáncer de mandíbula, pero siguió fumando. En sus últimos 16 años de vida, fue intervenido 31 veces. Murió en 1939 cuando, su médico, a petición suyo, le inyectó una dosis fatal de morfina.
Tras las atrocidades cometidas por Iván el Terrible, parece ser que este sanguinario zar tenía crisis periódicas de arrepentimiento, durante las cuales rezaba en la Iglesia durante horas, arrodillado frente al altar, y golpeando las losas con la frente con tanta fuerza que se provocaba sangrientas heridas.
El violinista Jean-Baptiste Lully fue el músico más destacado en la corte de Luis XIV de Francia.
En 1687, mientras dirigía la orquesta de palacio, marcaba el compás en el suelo con un bastón -la batuta aún no se había inventado-. Durante la ejecución se hirió con la punto del bastón en un dedo, pero renunció a que los médicos lo examinaran. La herida se gangrenó, y acabó
matándole.
El navegante y corsario inglés Sir Walter Raleigh murió decapitado en el año 1618, tras haber caído en desgracia a los ojos del rey Jacobo I. Su esposa hizo embalsamar su cabeza, y durante el resto de su vida la llevó siempre consigo, en un maletín de cuero.
La noche anterior al domingo de Pascua de 1920, el fisiólogo austriaco Otto Loewi se despertó alterado de un sueño, con una idea que apuntó en un papel. Por la mañana fue incapaz de descifrar lo que había escrito. A la noche siguiente el sueño se repitió. De un salto, Loewi
abandonó la cama y fue corriendo a su laboratorio para realizar un extraño y absurdo experimento con el nervio vago del corazón de varios ranas. Esa noche descubrió una sustancia de gran importancia en biología, el neurotransmisor acetilcolina.
A sus 97 años de edad, David Roth, experto en temas de memoria, era capaz de calcular el día de la semana de cualquier fecha comprendida entre los años 1752 y 3000, y se sabía de carrerilla los teléfonos de los 600 miembros de su Rotary Club.
En el año 840 un eclipse lunar asustó tanto al emperador Luis de Baviera, que murió de terror.
Uno de los misterios que envuelve a Leonardo da Vinci es cómo se las ingenió para ser un excelente y prolífico artista, arquitecto, escultor, inventor… Parece ser, como asegura el investigador Claudio Stampi, del Institute for Circadian Physiology de Boston, EE UU, que el secreto de su desbordada capacidad creativa proviene de la extraña forma en que dormía.
Leonardo se echaba una cabezada de 15 minutos cada cuatro horas; es decir, dormía una hora y media al día.
El famoso Rey Sol, Luis XIV de Francia, sólo se bañó dos veces en su vida.
El salteador de caminos William Nevison, el jinete más rápido conocido, recorrió los 350 kilómetros que separan las ciudades británicas de York y Rochester en un sólo día, en una de sus estrepitosas huidas.
En su juventud, Julio César cayó víctima de los piratas cilicios, que pidieron por él un rescate de 20 talentos. El César, indignado por el poco valor que los bandidos habían dado a su vida, subió la cifra a 50 talentos, dinero que su familia reunió con grandes dificultades. Una vez hecha la entrega, el César consiguió recuperar el dinero.
Un obispo de Jaén, Alonso Suárez de la Fuente y el Sauce, que vivió durante el siglo XVI, lleva 469 años esperando su entierro. La discusión entre familiares del finado y el Cabildo acerca del lugar en que debían reposar sus restos, es el motivo de que el cuerpo momificado de Suárez
permanezca todavía sobre la capilla mayor de la catedral de Jaén.
Si un copista transcribiera toda la obra de Mozart, emplearía 25 años, trabajando diez horas diarias.
El banquete del Toisón de Oro que se ofreció a Carlos V en Barcelona, en 1591, consistió en 72 platos, y duró dos días.
En el año 2 a. de C., al morir el príncipe Yamato-hiko, hermano del emperador, todo su séquito fue enterrado vivo junto a él en su tumba real. Durante días se oyeron los gritos de terror y la agonía de los sepultados. La experiencia fue tan espantosa que el emperador, a la muerte de su esposa, decidió encargar a los artesanos efigies de hombres que sustituyeran a los de carne y
hueso.
Los conocimientos médicos de Shakespeare eran más que notables, según un informe publicado por la revista New Scientist y firmado por Lance Fogen. En un repaso minucioso a su obra, Fogen ha encontrado que el poeta de Stratford-on-Avon conocía la anatomía ocular, la
estructura del cerebro, los efectos del alcohol, los síntomas de la sífilis, y un largo etcétera.
El norteamericano Robert Hagg se ha convertido en la primera persona en el mundo arrestada por contrabando de meteoritos. Hace unos meses, Hagg se hizo en Argentina con una roca
galáctica de 37 toneladas, por la que pagó unos 4 millones de pesetas. Cuando se disponía a sacar del país el meteorito, fue detenido por la policía, y se le confiscó la mercancía.
Samuel Johnson, escritor inglés del siglo XVIII, era un obsesivo patológico que, al pasar por una puerta, se contorsionaba y retorcía como si realizara unos ritos gestuales; luego daba un salto a través del umbral, como si tratara de ganar una apuesta… Quien no le conocía se quedaba
perplejo.
Al rey Ismail de Marruecos, que vivió en el siglo XVIII, se le atribuyen 1.056 hijos.
El famoso carnicero de Hannover, que consumó una treintena de homicidios, descuartizó los cadáveres y vendió la carne en el mercado negro durante la crisis económica. Tras el juicio, y antes de ser decapitado en 1925, expresó como último deseo que en su tumba apareciera el siguiente epígrafe: “Aquí descansa el Exterminador”.
El cadáver del poeta inglés Percy Bysshe Shelley, quemado según sus deseos, quedó carbonizado, aunque el corazón permaneció intacto. Su amigo Edward Trewanley, que asistió a la cremación, rescató el órgano de las cenizas y se lo envió a su viuda Mary.
Los Reyes Católicos no utilizaban el título de Reyes de España; lo consideraban pobre para describir la cantidad de reinos y señoríos bajo su mando. En vez de eso, conservaron en su título los nombres de todos esos reinos, costumbre que siguió vigente hasta 1668. Así, los despachos
de los reyes de la Casa de Austria en el siglo XVII tenían el siguiente encabezamiento: “Don Felipe, por la gracia de Dios, rey de Castilla, de León, de Aragón, de las Dos Sicilias, de Jerusalén, de Portugal, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca,
de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de Los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las islas de Canarias, de las Indaos orientales y occidentales… ” etcétera.
El emir Abd-I-Rahmann II de Córdoba sólo hacía el amor con mujeres vírgenes. Nunca repetía el acto sexual con la misma mujer. Al subir al trono en el año 882, ordenó que se arrancaran todos los viñedos de su reino, para acabar con los borrachos. Pero sus consejeros le recomendaron que no lo hiciera, pues la gente se embriagaría con mosto de higo.
El lord inglés George Bryan, llamado Beau Brummell, rociaba sus botas con champán, para ablandar el cuero.
Las cigarras y los saltamontes se incluían en la dieta habitual de Aristóteles y de otros muchos ciudadanos griegos de la época.
El francés Gilles Garnier, acusado de licantropía, confesó haber devorado más de una docena de niños, usando los dientes y las manos para descuartizarlos. Fue condenado a la hoguera.
Roy Sullivan, guardabosques norteamericano, fue alcanzado por rayos siete veces a lo largo de su vida. Ninguno de ellos logró matarle: Sullivan murió pegándose un tiro en 1983.
Dieciséis años después de la muerte de Descartes en Estocolmo, el cadáver fue exhumado a petición de sus amigos y trasladado a París, excepto el dedo índice derecho, que se lo quedó el embajador de Francia. Este alegó que “quería poseer el dedo que había escrito las palabras Cogito, ergo sum.” En el viaje, un capitán de la guardia sueca sustituyó el cráneo del filósofo por
el de otro difunto. El cráneo verdadero fue decorando las vitrinas de una serie de coleccionistas, hasta que cayó en manos del químico sueco Berzelius, quien se lo ofreció definitivamente al naturalista francés Cuvier.
El verdadero conde Drácula fue un noble rumano, Vlad IV de Valoquia, que gobernó su país en el siglo XV. Su tremenda crueldad y su gusto por la tortura le valieron el sobrenombre de Drácula, que significa hijo del diablo. En el siglo XX, apareció un ciudadano rumano que probó ser
descendiente directo del conde Vlad. Trabajaba en un banco de sangre.
El sepulturero alemán Johann K. Thieme cavó en sus 50 años de oficio 23.311 tumbas.
Cuando la edad volvió los dedos de Renoir demasiado artríticos para seguir pintando, hacía que alguien le atara el pincel a la mano.
Leon Tolstoi reescribió Guerra y Paz siete veces.

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