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COSAS DE MÉDICOS

Un ciudadano canadiense conocido sólo como George fue, probablemente, la primera persona en practicarse a sí mismo una lobotomía, operación que consiste en cortar ciertas fibras del lóbulo frontal del cerebro. Deprimido por padecer una manía obsesiva que le hacía comprobar
continuamente si las cosas estaban en su sitio, las ventanas cerradas y su cartera en el bolsillo, decidió suicidarse disparándose un tiro en la boca. La bala no le mató, pero penetró en el lóbulo frontal izquierdo de su cerebro. Cuando se recuperó de la herida, estaba en posesión de todas sus facultades mentales, y curado de su obsesión.
Antes del descubrimiento de la anestesia en 1842, los médicos intentaban narcotizar por diversos medios a los pacientes que debían operar. Semiasfixiarlos, emborracharlos, congelar la parte del cuerpo que debían intervenir, o hacerles inhalar los humos de plantas narcóticas quemadas eran los procedimientos más comunes.
Claro que, en esos mismos tiempos anteriores a la anestesia, la reputación de los cirujanos venía dada por la rapidez y destreza con que manejaban el escalpelo. En el siglo XVIII, el doctor William Cheselden, del Hospital Santo Tomás de Londres, tardaba menos de un minuto en cortar, meter el dedo y extraer una piedra de la vejiga urinaria de un paciente. Más tarde, en el siglo XIX,
el doctor, Robert Liston, del University College, se hizo famoso por el tiempo que tardaba en amputar una pierna: menos de 30 segundos.
Para controlar la natalidad en el antiguo Egipto, mezclaban excrementos de cocodrilo con una pasta especial, e insertaban la mezcla en la vagina de la mujer, donde impedía el paso del esperma.
El hachís era prescrito en China, en el siglo XXVIII a. de C., como remedio contra la malaria y la falta de memoria.
En la antigua Babilonia, si un médico mataba accidentalmente a su paciente, se le condenaba a
la amputación de ambas manos. Cuando el paciente era un esclavo, al galeno no le pasaba nada… pero estaba obligado a compensar al amo con un esclavo nuevo.
Además de como explosivo, la nitroglicerina también se utilizaba ya en el siglo XIX como un vasodilatador para curar la angina de pecho.
El cáncer también era frecuente en la prehistoria, según una investigación de los antropólogos alemanes Michael Schultz, de Gotinga, y Alfred Czarnetzki, de Tübingen. De los 80 esqueletos estudiados del cementerio prehistórico de Viesenhäuser Hof, próximo a Stuttgart, uno de cada
cinco difuntos presentaba huellas de tumores malignos.
John Hunter, cirujano del rey Jorge III y uno de los más destacados médicos de su tiempo, fue pionero en la cirugía de los trasplantes, al implantar el diente de una persona en la cresta de un gallo. Hunter murió a causa de los experimentos realizados consigo mismo.
La artritis reumatoide, una enfermedad degenerativa que apareció en Europa hacia el año 1800, fue importada del Nuevo Mundo por los primeros comerciantes. Así lo confirman los restos de unos 5.000 años de edad, desenterrados recientemente en Alabama, Estados Unidos, con
señales de dicha enfermedad.
Sólo en Asia, Latinoamérica y África, mueren al año 14.000.000 de niños menores de 5 años por infecciones respiratorias, diarreas, sarampión, malaria, tétanos y meningitis.
Unos papiros egipcios hallados por dos arqueólogos revelaban la existencia de más de 700 medicamentos diferentes en aquella civilización.
A principios del siglo XIX, Francia importaba anualmente entre 30 y 40 millones de sanguijuelas.
Estas eran utilizadas por los médicos para eliminar la sangre de las mordeduras de serpiente, y también como anticoagulante en cirugía plástica y de reimplantación de extremidades semiamputadas. A causa de la demanda, estos chupadores de sangre llegaron a estar en verdadero peligro de extinción.
El 80% de los 6.000 millones de habitantes del planeta curan sus enfermedades recurriendo a antiguos remedios, como las plantas medicinales y la acupuntura, según informa la Organización Mundial de la Salud.
Hasta finales del siglo XIX, para saber si una persona era diabética, los médicos probaban la orina o la vertían en las proximidades de un hormiguero, con objeto de ver si el dulce atraía a los golosos insectos.
La cocaína fue utilizada medicinalmente por primera vez por el oftalmólogo Karl Koller, de Viena, para anestesiar el ojo de un paciente afectado de glaucoma, en 1884.
Los veddas, un pueblo de costumbres primitivas que habita en Ceilán (India), hacen ojos postizos en los que se imita la pupila con una piedra preciosa: el ópalo para los ojos oscuros y el zafiro para los ojos azules.
Las momias eran profanados por los árabes para hacer medicinas muy costosas contra las úlceras, la anemia, la jaqueca… Pero como las verdaderas momias no abundaban, algunos astutos comerciantes comenzaron a fabricarlos a partir de cadáveres obtenidos por las calles o
robados en los cementerios. La pócima era vendida en pequeños frascos que contenían un trozo de carne humano aliñada con sustancias aromáticas, aceites y resinas. En Occidente esta práctica clandestina se hacía con cuerpos de ahorcados recientes, secados al horno y bañados
en betún.
Antiguamente, para librarse de las pesadillas, se recomendaba meter tres mañanas seguidas las manos en el retrete; previamente se rociaba con aceite el sanitario.
Para curar la locura, los médicos babilonios recetaban al enfermo la hoguera o el entierro vivo, sistemas que acababan con la enfermedad de raíz.
La primera cesárea en la historia fue practicada a Elizabeth Alespachin en el año 1500 por su marido Nufer, un castrador de cerdos del poblado suizo de Turgovia.
El cannabis se cultivaba libremente en Escocia hace mil años, y se empleaba para obtener aceite de lámparas o mezclarlo con mantequilla, como digestivo.
A Virginia Argue, una californiana de 80 años, al ser operada de un supuesto tumor en el ovario derecho, se le encontró un diamante, incluso tallado. El médico supuso que pudo caer en el cuerpo de la mujer 52 años antes, cuando se le practicó una cesárea. Probablemente, se
desprendió del anillo de una de las enfermeras.
Durante años, la India ha sido el principal país exportador de esqueletos humanos, destinados a las aulas de medicina de diversos países europeos. El gobierno prohibió este comercio en 1987, ante los rumores de que la exportación propiciaba los asesinatos de niños, para luego
vender sus cráneos. Ante la repentina escasez, el precio de los esqueletos se multiplicó en todo el mundo.
Los brujos de Haití que practican el vudú utilizan, según se sospecha, trozos de cadáveres para elaborar sus pócimas, que luego son ingeridas por sus discípulos. Esta es la causa de que el sida se haya extendido tanto en la población heterosexual del país.
El vampirismo no es un fenómeno sobrenatural, sino una enfermedad. Así lo han diagnosticado psiquiatras sudafricanos, tras tratar a diversos pacientes que sentían una necesidad imperiosa de beber sangre humana. Si no podían obtenerla, se cortaban las venas y bebían la suya propia.
Opio, mandrágora, cáñamo, cerveza y vino, así como diversos tipos de venenos, formaban parte de los ingredientes de la medicina en la antigua civilización babilónica.
En la Inglaterra de la primera mitad del siglo XIX, las escuelas de medicina requerían tantos cadáveres para las prácticas de sus estudiantes, que se organizó un verdadero mercado negro.
Los avispados John William Burke y William Hare, al no poder encontrar cuerpos, los fabricaban.
Cuando fueron detenidos en 1930, se les atribuyeron entre 15 y 30 asesinatos. Fueron ahorcados junto con el doctor Knox, profesor de anatomía de la Universidad de Edimburgo, su principal cliente.
En 1986, el niño de 3 años Tabatha Foster fue sometido en el Papworth Hospital de Cambridge, en Gran Bretaña, a un trasplante de corazón, pulmón e hígado, y sobrevivió.
Para tratar la ceguera nocturna y otras enfermedades de los ojos, los antiguos egipcios usaban jugo de hígado. Hoy se sabe que el principio activo que mejoraba la visión de los egipcios era el retinol o vitamina A que contiene esta glándula.

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